Colaboraciones |
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La elevación de la presión arterial se conoce con el nombre de hipertensión.
Éste es uno de los principales factores de riesgo coronario en el desarrollo de la arteriosclerosis. Además, tal como se comenta en esta monografía, constituye, junto a los niveles elevados de colesterol, al consumo de tabaco, a la obesidad y a la diabetes
mellitus, los principales problemas de salud de los países desarrollados.
Una de cada cuatro personas adultas es hipertensa y ello aumenta el riesgo de morir
prematuramente, como consecuencia del efecto dañino de la tensión elevada sobre las arterias del organismo, en especial las que riegan el corazón, al riñón, al cerebro y a los ojos.
Los enfermos hipertensos tienen cuatro veces más riesgo de morir de infarto del corazón que las personas normotensas y, además, padecen con mas frecuencia insuficiencia cardiaca, enfermedad que se esta convirtiendo en un importante problema de salud entre las personas ancianas.
El efecto de la hipertensión sobre el sistema nervioso depende, en gran medida, de su acción favorecedora de la arteriosclerosis, con pérdida de riego sanguíneo e infarto cerebral.
Junto a ello, los hipertensos pueden sufrir una grave complicación, las hemorragias cerebrales, responsables de una elevada tasa de incapacidad y mortalidad.
Finalmente, el efecto deletéreo de la hipertensión alcanza al riñón, determinando la aparición de la insuficiencia renal crónica.
La hipertensión arterial está favorecida, al igual que otros factores de riesgo, por los hábitos de vida de la
población, lo que justifica el que su frecuencia sea mayor entre las personas que viven en los países más opulentos.
Al igual que sucede con otros factores de riesgo, la dieta es fundamental para su desarrollo, con lo que las medidas dietéticas constituyen la clave para su prevención y tratamiento. El efecto perjudicial de la alimentación sobre la presión arterial, actúa por partida doble: una, por el hecho de que la dieta inadecuada favorece la aparición de obesidad y la otra, porque ciertos alimentos pueden elevar la tensión, al margen de su acción sobre el peso corporal.
La obesidad es un proceso frecuente, ya que en muchos países industrializados como en Estados Unidos, afecta al 30 % de la población. Su presencia determina la aparición de hipertensión y se asocia a un mayor riesgo de diabetes y a elevación de los lípidos sanguíneos, por lo que el ser obeso implica un mayor riesgo de padecer arteriosclerosis y sus complicaciones.
La presencia de obesidad está íntimamente ligada al consumo excesivo de calorías, de manera que el balance entre ingesta y consumo calórico esta desequilibrado. Ello explica que las dietas ricas en grasas favorezcan su aparición por su elevada densidad calórica, mientras que las poblaciones que siguen dietas vegetarianas suelen ser mas delgadas y el sobrepeso resulta raro.
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El aceite de oliva es un
nutriente de gran valor biológico, muy rico en calorías, lo que podría hacer pensar que su consumo favorecería la obesidad. Sin embargo, la experiencia demuestra que
las poblaciones mediterráneas, que son las que consumen más aceite de oliva, sufren menos obesidad que las poblaciones de los países anglosajones.
Entre nosotros la obesidad la sufre menos del 10 % de la población, tres veces menos que en Estado Unidos. Realmente, resulta paradójico que entre nosotros se utilice un alimento tan rico en calorías, como el aceite de oliva, y sin embargo padezcamos menos obesidad que en países donde el consumo total de grasa es inferior. Ese hecho resulta mas curioso si se tiene en cuenta que en países tales como Estados Unidos de América, en los que se ha reducido el consumo de grasas en los últimos diez años, cada vez hay más personas obesas. Sin que exista una clara explicación para ello, esto nos hace pensar que lo que determina fundamentalmente el desarrollo de obesidad es el balance entre la cantidad de calorías que se ingieren y las calorías que se gastan diariamente y que una caloría sigue siendo una caloría proceda de los alimentos ricos en carbohidratos o de alimentos ricos en grasas. |
Por ello, la dieta mediterránea, rica en aceite de oliva, no es incompatible con la salud para los que tienen obesidad o sobrepeso.
Un obeso debe tomar menos energía calórica que una persona con peso normal, pero no se debe de prohibir el aceite de oliva en su dieta, pues la incorporación de éste, incluso le ayudará a comer mas alimentos beneficiosos para corregir su sobrepeso, como son las ensaladas y las verduras. En estos casos, la ingesta de cualquier fuente calórica deberá reducirse, pero el aceite de oliva seguirá siendo fundamental para su alimentación, con el objetivo de perder peso, tenga o no cifras elevadas de tensión arterial.
Existe otro aspecto nutricional importante en el manejo del enfermo hipertenso: la acción específica de ciertos nutrientes sobre el sistema cardiovascular. En este sentido, el alimento que más influye en la tensión arterial es la cantidad de sal presente en los alimentos y en especial la sal que se añade a las comidas. Un hipertenso no debe de tomar mas de 5 gramos diarios de dicho alimento, lo que se consigue con no añadir sal de mesa a las comidas y eliminando de la dieta aquellos alimentos salados, como las salazones y los precocinados . Con esta medida es de esperar que se produzca una reducción de 5 mm Hg en la tensión arterial diastólica
(mínima).
Hasta hace poco tiempo las recomendaciones dietéticas, para el
tratamiento de los pacientes hipertensos, consistía en la restricción de sal y en el control del peso. El conocimiento que se tenia sobre la influencia de las grasas sobre la salud era escaso, por lo que se aconsejaba reducir indiscriminadamente su consumo, por el efecto desfavorable que se le atribuía debido a su gran riqueza calórica. Sin embargo, en los últimos años se ha visto que las distintas grasas tienen acciones diferentes. En este sentido uno de los hechos mas llamativos es la demostración de que
el consumo de aceite de oliva, dentro de una dieta mediterránea, reduce la tensión arterial.
A ello hay que añadir recientes investigaciones que sugieren que el consumo de frutas, legumbres, hortalizas y verduras frescas reducen la tensión arterial, por su riqueza en magnesio y potasio. Debido a lo importante que es el aceite de oliva en el aliñado y cocinado de la mayoría de estos alimentos, el aceite de oliva vuelve a ser una fuente complementaria de salud.
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El efecto reductor de la tensión arterial asociado a la dieta mediterránea, se ha observado no sólo en pacientes hipertensos sino también en personas sanas. Este hecho tiene una extraordinaria importancia ya que implicaría que la presencia del aceite de oliva en la dieta efecto tanto preventivo como curativo. |
La acción preventiva supone que una población que consuma aceite de oliva diariamente, probablemente tendrá menor riesgo de hipertensión arterial en el futuro, beneficio que se unirá a la presencia de un mejor perfil de colesterol y un menor riesgo de diabetes mellitus. En el caso de los enfermos hipertensos el beneficio será más directo, pues la dieta mediterránea junto a la normalización del peso, podrá regular sus cifras tensionales . En los que tengan una hipertensión severa, el beneficio de la dieta se
añadirá al del tratamiento medicamentoso.
Un hecho de gran importancia, en el manejo clínico de los enfermos hipertensos es la observación de que, habitualmente, la hipertensión se asocia a otros factores de riesgo.
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Los pacientes hipertensos sufren, con más frecuencia que las personas sanas, de obesidad, diabetes, resistencia a la insulina, descenso del HDL colesterol, elevación del colesterol LDL y elevación de los triglicéridos . Médicamente, la presencia de estas alteraciones en una persona se denomina síndrome plrurimetabólico e implica que los distintos factores de riesgo se agrupan en las mismas personas, que son las que tienen más riesgo cardiovascular. |
Si reflexionas sobre los que has leído, Doctora Casaseca, a lo largo de este modesto estudio, la presencia de aceite de oliva en la dieta mediterránea es capaz de beneficiar todos estos aspectos de salud, lo que justificaría la baja tasa de mortalidad, por enfermedades cardiovasculares que hay en la cuenca mediterránea. No se puede olvidar como comente al principio, que las medidas dietéticas se deben completar con los cambios en el estilo de vida, en especial la realización de ejercicio físico de forma regular y el mantenimiento de la actitud propia de los pueblos mediterráneos ante las vicisitudes y conflictos de la vida.